lunes, 17 de diciembre de 2007
 
A mi no me pareció para tanto la cena del viernes. La cita era a las 21:30 en el restaurante del Teatro Real pero algunos habíamos quedado un poco antes para regar el gaznate con unas cervezas, en mi caso sin alcohol. 'Doble sin alcohol por favor'. El resto, albariños, cañas, pocos dobles y algunas aceitunas. Lo demás, es lo de siempre, el mundo al revés: la gente que trabaja con traje termina harta del mismo y se presenta a estos eventos, aunque sea en el Teatro Real, de cualquier guisa, camisas raidas en puños y cuellos, nauticos en los pies y 'no se os ocurra ir en vaqueros' frase olvidada de camino al ascensor. Por contra, los que no dan la cara al público cambian el chandal, la mística del vaquero y el pantalón cargo por un traje. Claro, la falta de costumbre les conmina al 'tic' del que no lo lleva habitualmente: venga a mover el cuello, a anchar espaldas, estirar brazos, ponte chaqueta, quita chaqueta, abrocha chaqueta, desabrocha chaqueta, endereza corbata, etc. A mi, bautizado por Jose [un saludo tron] como el que viste como un sindicalista, me da igual y confío para el trabajo y fuera tanto el vaquero como el cargo, el de pana y el chino; y si un día hay que ponerse un traje me las apaño para que no me dé un aire y se me quede el cuello retorcido con la corbata.

Lo anterior es fácilmente transportable al mundo femenino, vestidos escotados para noches negras de frío, faldas para las que no tenían piernas y mallas ciclistas para los miedos interiores. Pinturas por doquier y rimel para pinchar con las pestañas, aires perfumados mezclados con el humo del tabaco y uñas de porcelana para las que se muerden las propias. Compañeras que en verano no salen de la chancla y el invierno les coloca una bota salvo en estas ocasiones, donde el preciso suelo de mármol les hace tambalear el tacón de 7 centímetros, por no hablar de los encontronazos con las alcantarillas y suelos de rejilla, donde ya se confunde la falta de costumbre con la ingesta de alcohol. Normal que los más animados terminaran la noche y estrenando el alba en la chocolatería de San Ginés, los muermos, tediosos compañeros de fiestas aburridas no solemos compartir estas algarabías con que algunos dan rienda suelta a su otro yo. Hace 3 años una cena de navidad cambió mi vida, afortunadamente, ni estaría donde estoy ni sería quien soy.

Decía que no era para tanto: un menú sobrevalorado (por el espacio en el que se desarrolló dada la mala costumbre que tienen algunos organizando eventos e intentando compaginarlos con hacerle un favor a un cliente) y dos copas en la Joy que se escaparon de la mano antes de la entrada, no daba para más una noche que se me agotó sin tomar más que vaso y medio de vino, blanco ya que cené merluza. La vuelta a casa, a hora decente, rezando para que no me pararan los municipales, que llevo 9 meses sin pasar la ITV de la vespa y a las 6:45 a.m. tren de vuelta a casa donde me esperaba mi cielo para darle besos. Otros sufrieron una noche peor.
 
Comments:
Jajajaja... Una típica cena de empresa. Este viernes es la nuestra, y leyendo tu entrada casi que me la podría ahorrar salvo que yo volveré en coche y le acabo de pasar la ITV y que mi vino será tinto, porque, ¿adivinas?, sí, cenaré chuletón... :-D
 
pues para no molarte mucho tuviste que hacer tiempo para pillar el tren, algo harias no?
date de alta en el spaces y pon comentarios como todo el mundo jodío jejeje.
 
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