jueves, 19 de octubre de 2006
  Tengo sed.
El placer de los días se convierte en lluvia para correr, y ahora dime porqué nos fuimos de los CIEN. No se podría explicar, no hay una respuesta lógica a aquella desaparición. 53 kilómetros corriendo bajo la lluvia a ratos y desaparecimos. Y cuando en estos días se entrena, da igual, voy algo más allá, es un placer correr con la lluvia, entrenar con los compis del poli y correr mientras llueve, mientras la fina lluvia moja las gorras, las zapas, pantalones y camisetas, uno tras otro doblan ante la persistencia de la lluvia. Ninguna prenda queda libre de su ración de agua.

Hoy miro por la ventana y veo que el día sigue mojando las calles, la lluvia sigue cayendo sobre las cabezas de los corredores que utilizan el parque como lugar de entreno. Tengo controlado a uno que se hace sus cuestas (cortas pero cuestas), también una recta que debe tener unos 200 metros donde aprieta los dientes bien y la vuelta entera no debe pasar de los 800 metros, diría yo que casi cuadrando una pequeña subida y bajada no debe pasar de los 1000, esta mañana con su gorra y malla larga, dando esas vueltas. Pero con la lluvia, que no le ha quitado de entrenar hoy, de hacerse sus vueltas y para casa.

Tanta agua, tengo sed.

Epílogo: Jose me alegro de tenerte por aquí, has venido como agua de octubre.
 
Comments:
Allá donde estés, seguramente yo andaré cerca, por mucho que corras, jeje.
IPLL, de mi barrio...
 
Que llueva y nos retiremos de una carrera por ello nos da una ligera medida de cuán débiles somos. Si nos lloviese mientras caen las bombas de racimo en nuestro barrio o mientras escapamos de un campo de refugiado a otro (donde quizá no llueva pero sí nieve), posiblemente la lluvia sería lo que menos nos importara.
 
Que razón tienes Luis, somos ombligo del mundo esta gente del megadesarrollo.
 
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